Apelativo que daban los judíos a los paganos que no habían pasado por el rito de la circuncisión (Éx. 6:12).
A veces se designaba con esta palabra a todos los que tenían un acento extranjero o, como decían los hebreos, «los labios pesados» (Éx. 6:30) o a los oídos que oyen con dificultad (Jer. 6:10).
En sentido figurado se aplica a quienes no quieren oír la Palabra de Dios y tienen corazones en los cuales no puede penetrar la buena nueva (Dt. 10:16; Hch. 7:51).
El fruto primero de los árboles recién plantados se consideraba también incircunciso y no podían comerlo hasta haber ofrecido de él ofrenda de primicias a Jehová, lo que se hacía el tercer año (Lv. 19:23).