«Jehová suscita».
Hijo del rey Josías (2 R. 23:34, 36). Se llamaba Eliaquim (Dios suscita). A la muerte de Josías, el pueblo entronizó a Joacaz, tercer hijo de Josías. Tres meses más tarde, el faraón Necao lo encadenó y llevó cautivo, poniendo en su lugar a su hermano mayor Eliaquim, cuyo nombre cambió por el de Joacim. Empezó a reinar alrededor del año 608 a.C., a los veinticinco años de edad. Joacim obligó a su pueblo a pagar onerosos tributos, que enviaba al faraón. Este hijo de Josías fue infiel a Jehová, y se lanzó a la idolatría. Jeremías escribió un rollo en el que daba las advertencias y amenazas de Dios, pero el rey, al leerlo, lo menospreció y desgarró con un cortaplumas, arrojándolo al fuego (Jer. 36). En el cuarto año de Joacim, Nabucodonosor venció a Necao en la batalla de Carquemis en el año 605 a.C., marchando a continuación contra Jerusalén. Joacim fue sometido a un tributo (2 R. 24:1; Jer. 46:2; Dn. 1:1, 2). Tres años más tarde, Joacim se rebeló imprudentemente contra Nabucodonosor. Otros graves problemas abrumaban también el reino, por cuanto bandas armadas de moabitas, sirios y amonitas se dedicaban al pillaje de la tierra, lo mismo que bandas de caldeos, enviadas probablemente por el rey de Babilonia al llegar a conocer la rebelión (2 R. 24:2). Al final, Nabucodonosor acudió personalmente a Jerusalén, para llevarlo encadenado hacia Babilonia (2 Cr. 36:6). Pero este proyecto debió quedar frustrado, bien por muerte natural de Joacim, bien por ser asesinado. Su cadáver fue arrojado fuera de las puertas de Jerusalén, y fue enterrado como si se tratara del cadáver de un asno (Jer. 22:19; 36:30; Ant. 10:6, 3). Joacim había reinado once años, y le sucedió su hijo Joaquín, impuesto por Nabucodonosor (2 R. 23:36; 24:6).