Las alusiones en Gá. 2:2, 7; Fil. 2:16; 3:14 y 2 Ti. 2:5 se refieren a los encuentros atléticos a que eran tan afectos los griegos y romanos, y que fueron introducidos por Antíoco Epifanes y fomentados por los Herodes en Palestina.
Los hebreos no conocieron esta clase de diversiones y en tiempos de Cristo se consideraban como profanaciones por los judíos ortodoxos. Pablo no parece considerarlos malos en sí, pero eran repudiados por los judíos principalmente debido a su conexión con las fiestas dedicadas a las divinidades paganas. (Véase IDOLATRÍA.)