(a) Magistrado encargado de resolver las cuestiones civiles (Éx. 21:22; Dt. 16:18). Aconsejado por su suegro, Moisés estableció jueces en Israel para no sobrecargarse de trabajo en el juicio de las cuestiones menores (Éx. 18:13-26). Los llamados príncipes o ancianos tenían ya una cierta autoridad en lo civil y religioso en el interior de las tribus. Moisés introdujo a estos líderes en la nueva organización judicial, y vinieron a ser titulares de su cargo hereditario de juez (Dt. 1:15-17; cfr. 21:2). Antes de morir, Moisés ordenó a los israelitas que cuando se establecieran en Canaán nombraran jueces y magistrados en todas sus ciudades. Los jueces deberían remitir a los sacerdotes los Iitigios que consideraran demasiado difíciles (Dt. 16:18-20; 17:2-13; 19:15-20; cfr. Jos. 8:33; 23:2; 24:1; 1 S. 8:1). Con el advenimiento de la monarquía, el rey vino a ser la instancia superior de apelación en temas civiles (2 S. 15:2; 1 R. 3:9, 28; 7:7. cfr. 1 S. 8:5). David atribuyó funciones judiciales a los levitas; nombró a 6.000 de ellos como magistrados y jueces (1 Cr. 23:4; 26:29). El rey Josafat desarrolló la administración de justicia en Judá estableciendo jueces en las ciudades fortificadas y señalando en Jerusalén un tribunal supremo, compuesto de levitas, sacerdotes y ancianos de las casas patriarcales. Este tribunal actuaba bajo la presidencia del sumo sacerdote para las cuestiones religiosas, y bajo la del príncipe de la tribu de Judá para las cuestiones civiles (2 Cr. 19:5-11). La actividad de los jueces no se limitaba a la resolución de litigios; son a menudo comparados con los reyes (cfr. Sal. 2:10; 148:11; Pr. 8:15, 16; Is. 33:22; 40:23; Am. 2:3).

(b) Hombre suscitado por Dios para dirigir el levantamiento de Israel contra un opresor extranjero. Según el libro de los Jueces, hubo doce de estos libertadores, sin contar a Abimelec, que no fue más que un tirano reyezuelo (Jue. 9).

Otoniel, de la tribu de Judá, liberó a Israel de la opresión del rey de Mesopotamia. 

Aod echó a los moabitas y amonitas. 

Samgar dio muerte a 600 filisteos de una sola vez y Iiberó a Israel.

Débora impulsó a Barac, bajo la dirección de ambos los hombres de Zabulón y de Neftalí aplastaron a los cananeos del norte.

Gedeón expulsó a los madianitas del territorio de Israel.

Tola y Jair fueron también jueces.

Jefté venció a los amonitas.

Hubo además Ibzán, Elón, Abdón y Sansón, el adversario de los filisteos.

Además de estos doce Elí y Samuel ejercieron también las funciones de jueces (1 S. 4:18; 7:15); el primero en su calidad de sumo sacerdote, el segundo como profeta de Jehová.

Los jueces de este tipo no obtenían un cargo hereditario, sino que surgían en los momentos de necesidad, en ocasiones como héroes regionales, actuando en sectores limitados. (Para la cuestión cronológica del libro de los Jueces, véase Anderson, Sir Robert: «El Príncipe que ha de venir», Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, PP. 111-112). Los 480 años mencionados en 1 R. 6:1 se refieren, como evidencia Anderson, a la suma de los años en que Israel estuvo en posesión de su tierra bajo el gobierno de los jueces, excluyendo los años de dominación extranjera y opresión, rechazados por Dios debido a sus idolatrías. Sumados todos los lapsos de tiempo, se llega a un total de 573 desde el Éxodo hasta el cuarto año de Salomón (se señalan 93 años de opresiones en Jueces).

En la época de los jueces las corrientes de aislacionismo eran intensas; el Jordán separaba a las tribus del este con las de la Palestina propia; los jebuseos y gabaonitas instalados en el centro del país aislaban a Judá de los israelitas del norte. El cántico de Débora y la historia de Jefté muestran la debilidad de los lazos nacionales; revelan al mismo tiempo cuáles eran las tribus que podían y querían poner en común sus recursos y esfuerzos (cfr. Jue. 6; 8:1-9; 12:1-6). El aislamiento de Judá era muy grave (véase JUDÁ). Pero había influencias centralizadoras. Había un sentimiento de unidad nacional: la guerra de exterminio contra Benjamín demuestra que la gente tenía conciencia de su culpabilidad y responsabilidad como nación. Había una sola Arca para todas las tribus, y se hallaba depositada en el tabernáculo en Silo (Jos. 18:1; Jue. 21:19; cfr. Éx. 23:14-17). El Arca fue transportada a Bet-el, donde los israelitas se reunieron para el combate y consultaron a Jehová, antes de saber qué tribu era la que atacaría a Benjamín en primer lugar (Jue. 20:8-29). Cuando los enemigos oprimían gravosamente, todo el pueblo se unía a causa de la calamidad general. Grandes liberadores suscitaron en la nación sentimientos de lealtad y de orgullo que contribuían a la unión para la acción. Grandes liberaciones, favorecidas por la unidad, consolidaron los lazos entre las tribus. La gloria de una victoria en común unificaba a la gente.

La época de los jueces fue la edad de hierro de Israel: época cruel, bárbara, sangrienta. Los textos permiten constatar que reinaba la anarquía (Jue. 17:6; 21:25): «En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.» La nación caía frecuentemente en la idolatría. Era difícil acudir al santuario nacional para adorar a Jehová, a causa de todos los disturbios del país. Jael asesinando a Sísara, Jefté pronunciando un voto insensato e inmolando a su hija, Gedeón castigando a las gentes de Sucot, la perversidad de Gabaa, todo ello muestra el carácter implacablemente cruel de la época. Sobre este marco oscuro contrastan, en una cegadora luz, la piedad filial y sometida de la hija de Jefté; la figura de Rut, no dispuesta a abandonar a Noemí; la fisonomía bondadosa y honrada de Booz (véase RUT [LIBRO DE]).


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