El juramento bíblico era una solemne apelación a Dios para ser testigo de un pacto o confirmar la verdad de un dicho (Gn. 21:23; Gá. 1:20) y su violación era una gran ofensa a Dios (2 Cr. 36:13). El juramento se hacía:
ante el rey o ciertos objetos sagrados (Gn. 42:15; Mt. 23:16-22),
levantando la mano a Dios (Gn. 14:22),
poniendo la mano sobre el muslo del otro (Gn. 24:2),
ante el altar (1 R. 8:31),
pasando por en medio del holocausto dividido (Gn. 15:21).
La Biblia parece autorizar el juramento judicial como lícito (Éx. 22:11; Nm. 5:19-22; Mt. 26:63; Ro. 9:1; Gá. 12:20; Fil. 1:8), pero condena el perjurio, la mención profana del nombre de Dios y otros malos usos del juramento (Lv. 19:12; Jos. 23:7; Mt. 14:3-12. Cristo prohibió el juramento (Mt. 5:33-37), pero según se infiere, se refería al hecho entre individuos en particular o en conversación ordinaria, y no al judicial, o sea a requerimiento de las autoridades debidamente constituidas.