Durante la fiesta de Pentecostés que siguió a la última pascua de Jesús, los discípulos recibieron un peculiar don. Estaban reunidos en un aposento alto, ocupados en la oración. De repente vino del cielo un sonido parecido al de un viento impetuoso. Lenguas análogas a llamas se posaron sobre cada uno de ellos; fueron llenos del Espíritu y recibieron la facultad de expresarse «en otras lenguas» (Hch. 2:1-4). Así es como nació la Iglesia, destinada a ser la Esposa de Cristo, y su testigo aquí en la tierra mediante el anuncio del Evangelio.

La cuestión del don de las lenguas ha provocado una fuerte controversia en el seno de la cristiandad moderna, donde se mantienen dos posturas opuestas:

(A) la que afirma que este don sigue dándose en la actualidad, y

(B) la que mantiene que este don cumplió su misión como testimonio ante la nación judía hasta su destrucción en el año 70 d.C.

Un repaso detenido de todos los argumentos en pro y en contra no puede darse en un artículo de extensión limitada, por lo que remitimos al lector interesado en este tema a la bibliografía al final de este artículo. Sin embargo, se deben hacer unas ciertas precisiones. En la época apostólica, el don de lenguas y su interpretación ya fueron colocados en último lugar (1 Co. 12:10, 30). La postura que afirma que la manifestación del don de lenguas es el resultado «necesario» del bautismo del Espíritu halla su refutación en 1 Co. 12:28-30. Por otra parte, el don de lenguas tuvo usos muy específicos como evidencia a los creyentes del judaísmo de la entrada en la Iglesia de:

(A) los gentiles (Hch. 10:45-48);

(B) el residuo de los discípulos de Juan (Hch. 19:1-6);

por otra parte, parece que esto fue así en el caso del grupo de samaritanos (Hch. 8:14-18). En todo caso, es de señalar también que se aprecia en los mismos escritos apostólicos un descenso brusco de la actividad de los dones milagrosos hacia el final de la época apostólica, y que en He. 2:3-4 se recuerda a los creyentes hebreos que la palabra anunciada por el Señor «fue confirmada... con señales y prodigios y repartimientos del Espíritu Santo», colocando esta actividad especial de confirmación sobrenatural en el pasado. (Véanse ESPÍRITU SANTO, CARISMAS.)

Bibliografía:

Baxter, R. E.: «Gifts of the Spirit» (Kregel Pub. Grand Rapids Michigan 1983);

Danyans, E.: «Misterios bíblicos al descubierto», esp. PP. 67-92 (Clíe, Terrassa, 1976);

Morgan, G. C.: «El Espíritu de Dios» (Clíe, Terrassa, 1984);

Palmer, E. F.: «El Espíritu Santo» (El Estandarte de la Verdad, Edimburgo s/f)


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