El «Felis leo» de los naturalistas.
Esta fiera está esparcida por África, y en algunas partes de Asia meridional, hasta la provincia india de Gujarat. Existía en Grecia, pero ya no se encuentra más por allí ni en el resto de Europa.
En épocas bíblicas, el león no era infrecuente en Palestina. Los israelitas los designaban con seis términos diferentes, que se correspondían con diferentes estados o con diferentes periodos de crecimiento.
Los términos corrientes, «'aryeh» y «'ari» aparecen 80 veces en el AT. Se menciona:
la fuerza del león (2 S. 17:10; Pr. 30:30);
su valor (2 S. 17:10; Pr. 28:1);
sus dientes y muelas (Jl. 1:6);
su hábito de agazaparse antes de atacar (Gn. 49:9);
las víctimas que provoca entre los corderos, los terneros y otros animales (1 S. 17:34; Is. 11:6, 7) o entre los seres humanos (1 R. 13:24; Jer. 2:30);
su rugido (Jb. 4:10; Pr. 20:2; 1 P. 5:8).
Se le representa al acecho:
en la espesura (Jer. 4:7),
en las selvas (Jer. 5:6) o
en otros parajes (Jer. 25:38).
Infestaba especialmente la espesura de las riberas del Jordán (Jer. 49:19).
Los seres vivientes de la visión de Ezequiel tenían todos un rostro de león a la derecha (Ez. 1:10; cfr. Ez. 10:14). El primero de los seres vivientes que vio Juan se parecía a un león (Ap. 4:7). Nuestro Señor Jesús recibe el nombre de «León de la tribu de Judá», al que está unido el símbolo de la realeza, por cuanto el cetro fue asignado a Judá (Gn. 49:9, 10; Ap. 5:5). Satanás tiene también su reino y recibe el nombre de «fuerte» (Mt. 12:26), y es comparado con el «león» que busca a quien pueda devorar, rampante y rugiente (1 P. 5:8).