Sustancia usada para fermentar y levantar la masa (Éx. 12:15, 19; 13:7). En épocas bíblicas se usaba para ello un trozo de masa agriada. La levadura estaba prohibida en las ofrendas que debían ser consumidas sobre el altar; aquellas de las que se participaba podían tenerla (Éx. 7:13; 23:17).

La levadura, agente de corrupción, es el emblema de las doctrinas perniciosas (Mt. 16:11; Mr. 8:15), de la maldad (1 Co. 5:6-8; Gá. 5:9), de la que nos tenemos que guardar totalmente.

Durante la Pascua, los israelitas no debían ni consumir pan con levadura, ni aun tener levadura en sus casas, bajo pena de ser cortados de su pueblo (Éx. 12:15, 19). La ausencia de levadura simbolizaba la pureza que Dios demanda de sus servidores. Ello era también un recuerdo de su salida de Egipto, por cuanto los israelitas se llevaron la masa sin fermentar. La insipidez de este pan sin levadura les serviría de recordatorio de las aflicciones de Egipto (Éx. 12:34, 39; Dt. 16:3; 1 Co. 5:7, 8).

La parábola de la levadura (Mt. 13:33) ha sido diversamente interpretada. Ciertos comentaristas han creído ver en ella una imagen de la influencia saturadora del Evangelio que, de una manera quizás escondida, penetra en todos los medios y por la tierra entera (cfr. Col. 1:16). Sin embargo, se ha de tener en cuenta que en todos los otros pasajes bíblicos la levadura es consistentemente un símbolo de iniquidad. De la misma manera que la cizaña se mezcla con el trigo hasta la siega (Mt. 13:24-30), así la levadura introducida en la harina produce un fermento de corrupción que irá en aumento hasta la apostasía y el juicio que ha de caer sobre ella (Mt. 24:12; 2 Ts. 2:3). En este sentido es usada por Pablo en 1 Co. 5:6-8 y Gá. 5:9, por lo que es inválida la interpretación optimista. La parábola de la cizaña y la de la levadura muestran diferentes aspectos de la misma realidad: el proceso de corrupción conducente a la apostasía en el seno del testimonio de la Iglesia en la tierra hasta la intervención del Señor en juicio sobre una cristiandad apóstata (cfr. Lc. 18:8; 1 Ti. 4:1; 2 Ti. 3:1-5, etcétera). Así, «hasta que todo fue leudado», en lugar de significar que todo el mundo será ganado para el Evangelio, tiene un significado diametralmente opuesto.


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