Las cualidades inherentes de un ser que se manifiestan en las varias características que marcan y exhiben su existencia; la suma de estas características es lo que recibe el nombre de su naturaleza, y de esta manera se distingue a un ser de otro (cfr. Gn. 1:12).

Los hombres son por naturaleza hijos de ira (Ef. 2:3); por otra parte el cristiano se hace moralmente participante de la naturaleza divina (2 P. 1:4), cuya característica es el amor: es hecho participante de la santidad de Dios (He. 12:10). Así halla expresión en el cristiano la obra de Dios que forma su naturaleza. El Creador puede designar y predicar la naturaleza de una cosa antes de que tenga existencia de hecho; pero nosotros, como criaturas, podemos discernir la naturaleza sólo en base al ser existente, y por ello sólo podemos hablar de la naturaleza en tanto que característica del ser.

«Naturaleza» es también un término descriptivo del vasto sistema de cosas creadas que nos rodea; no sólo el Creador ha dado origen a cada una de sus partes, sino a su uso, su orden, su aumento, su decadencia, cosas éstas que con frecuencia reciben el nombre de «leyes de la naturaleza», las leyes que rigen a cada uno de sus componentes y que constituyen sus propiedades.


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