El órgano del oído se usa frecuentemente en sentido simbólico en las Escrituras.
Cuando un siervo, cuyo tiempo de servicio había expirado, prefería quedarse con su señor, diciendo: «Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre», su oído era horadado con una lezna junto a la puerta, y su oído pertenecía a perpetuidad a su dueño: debía dar oído sólo a él como señor: tipo de Cristo y Su amor hacia la Iglesia (Éx. 21:5, 6; Dt. 15:17).
De Cristo se dice también: «Has abierto mis oídos» (Sal. 40:6), citado en He. 10:5 de la LXX: «Me preparaste cuerpo», significando ambas citas que Él fue el siervo obediente.
El Señor dijo a Sus seguidores y a cada una de las iglesias de Asia: «El que tenga oídos para oír, oiga.».
También se dice cuando se da adoración a la bestia, que representa el futuro poder romano, lo que significa que se precisa de un discernimiento espiritual para comprender el significado de lo que se decía (Mt. 13:9, 43; Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 13:9).