(heb. «tamar», «timmorah», «tomer»; gr. «phoinix»).
Es un árbol grande (Cnt. 7:7, 8); recto y alto, sirve como símil para el crecimiento del justo (Sal. 92:13); era contado entre los árboles frutales (Jl. 1:12).
Inspiró los motivos decorativos del Templo de Salomón y de otros santuarios (1 R. 6:29, 32, 35; Herodoto 2:169).
Las palmeras simbolizaban la victoria y la paz (1 Mac. 13:51; 2 Mac. 10:7; Jn. 12:13; Ap. 7:9).
La expresión «ramas de palmeras» que se halla en pasajes como Lv. 23:40; Neh. 8:15; Jn. 12:13 no se corresponde con el actual lenguaje botánico. Son pocas las palmeras que presentan ramas en el sentido que se entiende el término en botánica, y la palmera datilera de la que se hallan ciertas especies en Palestina no las tiene. Este término se refiere entonces a las palmas, que se asemejan a grandes plumas, y que tienen una longitud de 1,20 a 1,80 m.
Las palmeras abundaban en el valle del Nilo; había en Elim, en el desierto, cerca del mar Rojo (Éx. 15:27); en Edom (Virgilio, Geórgicas 3:12). La palmera medraba en diversos lugares de Judea, en En-gadi, en las costas del mar de Galilea, en el valle del Jordán, y especialmente en Jericó, «la ciudad de las palmeras» (Dt. 34:3; Jue. 1:16; 2 Cr. 28:15). Según Estrabón, Josefo, etc., el bosque de palmeras de Jericó tenía 20 Km. de longitud y, a decir de Plinio, sus dátiles eran los mejores, gracias a lo salino del terreno (cfr. Gn. 14:7, donde aparece la palmera en el nombre geográfico de Hazezon-tamar; Dt. 34:3; Ant. 9:1, 2; Guerras 1:6, 6; 3:10, 8); los nombres de Sansana (al sur de Judá, Jos. 15:31) y de Quiriat-sana (Jos. 15:49) evocan las palmeras. Se hallaban también en el monte de Efraín, cerca de Bet-el (Jue. 4:5; 20:33); cerca de Jerusalén (Neh. 8:15; Jn. 12:13); al este de Damasco, en la ciudad que recibió sucesivamente los nombres de Tadmor y Palmira (véase TADMOR). También medraban las palmeras a lo largo del curso inferior del Tigris y del Éufrates (Herodoto 1:193).
Los griegos y romanos consideraban a la palmera como el árbol típico de Palestina y de los países vecinos. Las monedas acuñadas en Roma para conmemorar la toma de Jerusalén en el año 70 d.C. representaban a Judea bajo la imagen de una mujer desolada sentada bajo una palmera datilera.
Este árbol, tan extendido en Palestina en el pasado, desapareció de casi toda ella, con excepción de la franja marítima de Filistea y de los parajes de Beirut; pero ahora se han vuelto a plantar grandes extensiones.
La palmera que se halla constantemente en las Escrituras es casi siempre la «Phoenix dactylifera», palma datilera que se levanta entre 14 y 20 m. de altura. Su estípite (tallo largo y sin ramificar), derecho y de grosor constante, lleva las marcas de las palmas caídas, y está coronado por una copa de grandes palmas siempre verdes. Tiene una vida de 100 a 200 años; con él se pueden hacer techos, paredes, empalizadas, esteras, canastos. Se atraviesa la parte tierna de la espata para extraer el jugo, que da azúcar por evaporación. Mediante fermentación o destilación se transforma el jugo en una bebida fuerte, llamada arrack (Guerras 4:8, 3; Herodoto 1:193). Su fruto, los dátiles, es muy abundante, y apreciado por su gran valor alimenticio. Los persas mencionan 360 usos diferentes de la palmera datilera. Los huesos de los dátiles sirven de alimento a los camellos. Puede que los israelitas conocieran otra especie de datilera, la de Palmira, que crece en Tadmor, en el desierto. Es la «Borassus flabelliformis», cuya palma tiene forma de abanico.