Piel de oveja o de cabra, preparado para la escritura o para otros usos.

La piel, macerada primero en una lechada de cal, era a continuación despojada de toda la lana, lavada, secada, extendida y pulimentada con piedra pómez.

En la época de Herodoto era corriente el uso del papiro, pero la historia relata que los antiguos jonios escribían sobre pieles de cabras y de ovejas, a causa de la escasez de papiro (Herodoto 5:58).

Según la tradición, los primeros pergaminos procedieron de Pérgamo.

Uno de los Ptolomeos habría prohibido la exportación de papiro, con lo que Eumeno II, rey de Pérgamo (197-160 a.C.) se sirvió de pieles para su gran biblioteca. Estas pieles se llamaban «chartae pergamenae», de donde derivó el nombre «pergamino». A pesar de esta tradición, en 1923 se halló en Dura, a la orilla del Éufrates, una cantidad de documentos redactados sobre pergamino, y que se remontaban al año 196-195 y 190-189 a.C. Este descubrimiento ha demostrado que ya en aquella época se usaban pergaminos en lugares muy alejados de Pérgamo. En la época de Josefo, y antes de él, los judíos usaban los pergaminos para sus escritos sagrados (Ant. 12:2, 11).

El Talmud estipulaba que la Ley debía ser escrita sobre pieles de animales puros, domésticos o salvajes, e incluso sobre las pieles de aves puras.

El papiro se empleaba corrientemente (2 Jn. 12 = «papel»); pero Pablo habla de pergaminos, que demanda y desea con sumo interés (2 Ti. 4:13).


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