En este punto de vista, la Iglesia pasa a través de la tribulación. Sus defensores proclaman que es la fe histórica de la Iglesia cristiana. Se afirma además que el mismo hecho de que a la Iglesia le fue prometida tribulación sostiene esta postura. Por otra parte, identifican la resurrección de los justos de Israel, evidentemente al final de la Gran Tribulación, y seguramente coincidente con la de los santos muertos durante ella (cfr. Dn. 12:1-3, 13; Ap. 20:4) con el arrebatamiento de la Iglesia (1 Ts. 4:13-18). Es evidente que esta postura destruye la doctrina de la inminencia de la venida de Cristo en relación con los creyentes y que aparece en pasajes como Jn. 14:2-3; 1 Co. 1:7; Fil. 3:20-21; 1 Ts. 1:9-10; 4:16-17; 5:5-9; Tit. 2:13; Stg. 5:8-9; Ap. 3:10; 22:17-22). Además, a pesar de la pretensión de «historicidad» de los postribulacionistas, en la iglesia primitiva sí se sostenía la inminencia de la vuelta del Señor a recoger a Su iglesia. Entre los que la sustentan se hallan Clemente de Roma, Cipriano, y la misma Didaché.
Véase TRIBULACIÓN (GRAN).