Los primogénitos de los hombres y de las bestias son declarados pertenecientes a Dios, que no sólo los ha dado (cfr. Gn. 4:4), sino que los ha rescatado en Egipto de la esclavitud y del juicio.

Durante la décima y última plaga, los primogénitos de Egipto fueron muertos, en tanto que los primogénitos de los israelitas eran salvados gracias a la sangre puesta sobre el dintel y los postes de las puertas de sus casas (Éx. 12:12, 13, 23, 29; véase PASCUA). Los primogénitos, objetos de tal redención, pertenecían así por partida doble a Jehová. Todo varón primogénito de hombre o de animal era puesto aparte para el Señor (Éx. 13:2; 34:19); el hombre no tenía derecho alguno sobre ellos. El primogénito de los animales estaba destinado al sacrificio, pero el primogénito de hombre era rescatado (Éx. 13:13, 15; 34:20, cfr. Lv. 27:6). Por esta razón era llevado al santuario y presentado a Jehová (Lc. 2:22; cfr. Nm. 18:15). Más tarde, los levitas tomaron el lugar de los primogénitos de los israelitas (Nm. 3:12, 41, 46; 8:13-19; cfr. Éx. 32:26-29) y fueron asignados al servicio del culto (véase LEVITAS). Entre los primogénitos de los animales igualmente consagrados al Señor se hacían distinciones. El primogénito de los animales puros era sacrificado. Los animales impuros, de los que se cita el asno como espécimen típico, podían ser desnucados, o ser redimidos con un cordero (Éx. 13:13, 15; 22:29, 30; 34:20). La grasa del animal debía ser consumida con fuego, y la carne entregada al sacerdote. El animal impuro era rescatado o vendido (Lv. 27:27; Nm. 18:15-18). Más tarde, debido a las nuevas circunstancias que se podían prever del establecimiento del pueblo en la tierra de Canaán, y debido a que el desplazamiento al único santuario central podía ser difícil y costoso, se dio la norma de retrasar la presentación del primogénito. Se permitió que transcurrieran más de los ocho días inicialmente prescritos al inicio, y esperar a una de las fiestas anuales. La carne, en lugar de ser entregada al sacerdote, quedaba para el peregrino que había llevado el animal al santuario. El israelita y su familia lo consumían allí (Dt. 15:19, 20). Los animales con tachas no eran llevados al santuario. Eran comidos en casa, sin ceremonia cultual alguna (Dt. 15:21-23).

Con respecto a los privilegios legales del primogénito, véase PRIMOGENITURA.


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