En la Ley mosaica se indicaban cuatro maneras de purificarse de contaminaciones:

  • (a) Purificación de la contaminación contraída al tocar un muerto (Nm. 19; cfr. Nm. 5:2, 3),
  • (b) Purificación de la impureza debida a emisiones corporales (Lv. 15; cfr. Nm. 5:2, 3).
  • (c) Purificación de la parturienta (Lv. 12:1-8; Lc. 2:21-24).
  • (d) Purificación del leproso (Lv. 14).

A esto, los escribas y fariseos añadieron muchas otras purificaciones, como el lavamiento de manos antes de comer, lavamiento de vasijas y platos, mostrando gran celo en estas cosas, en tanto que por dentro estaban llenos de extorsión e iniquidad (Mr. 7:2-8).

En el cristianismo la purificación necesaria se extiende:

al corazón (Hch. 15:9; Stg. 4:8),

al alma (1 P. 1:22), y 

a la conciencia por medio de la sangre de Cristo (He. 9:14).

(Véase LEVÍTICO [LIBRO DE]).


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