Dios, como Juez justo de la tierra, «pagará a cada uno conforme a sus obras» (Ro. 2:6). El hombre pecador recibe en sí mismo «la retribución debida a su extravío» en esta misma vida (Ro. 1:27). Todos los que rechazan el Evangelio de la gracia de Dios recibirán retribución de parte del Señor Jesús, cuando se manifieste desde el cielo con los ángeles de Su poder (1 Ts. 1:8). Esta retribución será «pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (1 Ts. 1:9), cumpliéndose de una manera angustiosamente total la sentencia de que «la paga del pecado es muerte» (Ro. 6:23 a) para todos aquellos que no han ido antes a Cristo para recibir la dádiva de Dios, que «es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro. 6:23 b). (Véase CASTIGO ETERNO.)