En Palestina, los vientos marítimos del oeste traen consigo, después de la puesta del sol, tan considerable humedad, que por la noche, señaladamente en primavera y otoño, llega a caer abundante rocío, el cual humedece las telas de las tiendas y gotea de los tejados (Cnt. 5:2; Jb. 29:19). Este rocío, en aquel verano tan seco, es de gran importancia para la tierra (Gn. 27:28; Dt. 33:28; Os. 14:6).
Según la concepción israelita, el rocío es producido por Jehová (Mi. 5:6).
Los vientos del sur impiden la caída del rocío (1 R. 17:1; Hag. 1:1).
En 2 S. 17:12 y Sal. 110:3 el rocío es imagen de una muchedumbre extraordinaria.