Recibe este nombre el magno discurso pronunciado por el Señor Jesús ante los suyos y ante todo el pueblo que se había congregado. Está registrado en Mt. 5-7 y en Lc. 6:20-49.

De la comparación de ambos relatos surgen unas evidentes diferencias que en modo alguno pueden atribuirse a discrepancias de relato, sino que en el Sermón del Monte cada Evangelista fue dirigido, en base al objeto de Dios para revelar en cada Evangelio una faceta prominente del Señor Jesús, a destacar y exponer del Sermón aquello que correspondía con la verdad concreta.

También, de la mención que se hace en Mateo de que el Sermón fue dado en un «monte» (Mt. 5:1), mientras que en Lucas se afirma que fue en «un lugar llano», ha llevado a algunos expositores a la posición de que se trata de dos predicaciones distintas en lugares distintos, aunque con contenidos análogos. Pese a que no se puede descartar en absoluto el hecho de que el Señor predicara en muchos lugares el mismo mensaje básico, adecuándolo a los oyentes y a sus necesidades o circunstancias, la comparación de ambos relatos señala que, a pesar de las divergencias en la forma de relatarlo, se trata de un mismo suceso. La explicación reside en que el «lugar llano» no se refiere a una llanura en oposición a un monte, sino que se debería traducir «lugar anivelado»; evidentemente se trata de un monte, porque la traducción literal del gr. es «Y bajando con ellos, se detuvo en un lugar anivelado» (Lc. 6:17).

Se puede observar, en primer lugar, que Mateo no registra aquí la designación de los apóstoles, que Lucas sí da, así como Marcos (Mr. 3:13-19), que en cambio no registra el Sermón estando más interesado en registrar las obras que las palabras del Señor. Con Mateo cuadra relacionar este llamamiento con la misión a Israel, que se corresponde con el comienzo de Lc. 9.

El Reino no tiene en Lucas la prominencia que tiene en Mateo. En Lucas son los que se unen a Cristo y lo siguen verdaderamente los que reciben bendición. El contraste de lo que el Mesías dice con Su autoridad, con lo que dijeron los antiguos, es peculiar de Mateo. Lucas da de una manera plena la gran y nueva moralidad de amar a nuestros enemigos, siendo misericordiosos como también lo es nuestro Padre, no juzgando ni condenando, sino perdonando conforme a la pauta divina; Mateo da una enseñanza directa acerca de la justicia práctica en hechos y palabras, oración y ayuno, dirigida específicamente contra la hipocresía.

En el Sermón se da instrucción acerca de la justicia ajustada a todos los que entran en el Reino de los cielos. Sólo los nacidos del Espíritu pueden llegar al estado de alma bienaventurado a los ojos del Señor. No se trata de una exigencia, como en el Sinaí, sino de la descripción que hace Cristo de aquellos que son aptos para el Reino. No se trata de un mensaje de gracia a los pecadores; no es el evangelio de la gracia de Dios a los perdidos, sino Sus palabras para Sus discípulos; y lo que se espera de ellos es la obediencia personal.

Bosquejo.

Mt. 5 no da sólo una imagen de lo que son los bienaventurados, sino que se da con toda la autoridad de la Ley y de los profetas cumplida, no debilitada, quedando la más alta conducta adecuada para el Reino, en contraste con lo que Dios permitió antiguamente, y no ahora que es revelado en Su nombre de Padre y la nueva relación del creyente con Él.

Mt. 6 habla de la vida interna o de los caminos del hombre vistos por el Padre, y de las ansiedades que pudieran llegar a condicionar al creyente.

Mt. 7 trata de la conducta debida hacia los demás, creyentes o no, se alienta a la dependencia en Dios, y se exhorta a la evitación de los falsos profetas (por muchos que sean sus dones), y al sometimiento práctico de las palabras de Cristo.

Bibliografía:

Kelly, W.: «Lectures on the Gospel of Matthew» (Bible Truth Publishers, reimpr. 1971 de ed. 1868, Oak Park, Illinois);

Pentccost, D.: «El Sermón del Monte» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981).


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