(a) El guardián de las viñas tenía sólo una cabaña (Is. 1:8), pero el propietario consideraba con frecuencia que era necesario edificar una torre para defender su posesión contra los merodeadores (Is. 5:2; Mt. 21:33; Mr. 12:1). Había torres que llegaban a ser verdaderas fortalezas, para la protección de los pastores en los confines de los desiertos (2 R. 17:9; 2 Cr. 26:10). Las fortificaciones de las ciudades las incluían (2 Cr. 14:6; Neh. 3:1), flanqueando las puertas de la ciudad (2 Cr. 26:9). En ellas se situaban centinelas, máquinas de guerra (2 R. 9:17; 2 Cr. 26:15) y, al acercarse el enemigo, los pobladores se refugiaban en las torres (Jue. 9:51, 52; Sal. 61:3, 4), desde donde podían lanzar proyectiles con facilidad.