Se hacían con cuernos de carnero y, quizá, con los de otros animales. Se usaban en ocasiones de gozo y en las guerras. Había dos trompetas de plata para uso de los sacerdotes, dándose instrucciones para emitir diferentes llamadas para convocar a los príncipes, a toda la congregación, o para dar la alarma para la batalla (Nm. 10:1-10; cfr. 1 Co. 14:8). Más tarde, durante la dedicación del Templo, Salomón dispuso a ciento veinte sacerdotes tocando trompetas (2 Cr. 5:12).

Al ser promulgada la Ley en el Sinaí, se oyó el fuerte sonido de una trompeta que venía del monte; tan intenso que todo el pueblo se atemorizó (Éx. 19:16, 19; He. 12:19).

Cuando el Señor venga en busca de Sus santos lo hará con voz de arcángel y con la trompeta de Dios (1 Ts. 4:16). En la resurrección de los santos sonará «la última trompeta (1 Co. 15:52). En el ejército romano, cuando tenían que emprender la marcha, las trompetas tocaban tres veces: al oír la primera, desmontaban las tiendas, al oír la segunda, formaban para disponerse a marchar, cuando sonaba la tercera, emprendían la salida.

En los juicios que caerán sobre la tierra (véase TRIBULACIÓN [GRAN]), los siete sellos introducen la serie de las siete trompetas (Ap. 8:2-9:14). (Véase APOCALIPSIS.)


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