(heb. «kissê»; gr. «thronos»).

Aparatoso asiento, muchas veces con dosel, desde donde los grandes personajes, como el sumo sacerdote, jueces, generales, gobernadores, reyes, ejercían su autoridad (Gn. 41:40; 2 S. 3:10; Neh. 3:7; Sal. 122:5; Jer. 1:15; Mt. 19:28). Los monarcas tenían asimismo tronos portables (1 R. 22:10). El trono de Salomón, sobre seis gradas, era de marfil, y estaba recubierto de oro (1 R. 10:18-20; 2 Cr. 9:17-19). Su magnificencia sobrepasaba a la de los otros soberanos.

El rey, con gran pompa, se sentaba en el trono para las audiencias, para juzgar, para promulgar los decretos (1 R. 2:19; 7:7; 22:10; 2 R. 11:19; Jon. 3:6).

Con frecuencia, el término «trono» simboliza la omnipotencia y el gobierno de Dios (Sal. 9:5, 8; Ez. 1:26; He. 1:; Ap. 1:4).


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