Además de las alusiones a los velos que llevaban las mujeres (costumbre muy extendida por Oriente) y de la instrucción bíblica a las mujeres a cubrirse la cabeza en oración (véase CABEZA), el velo se usa simbólicamente en las Escrituras de aquello que esconde la gloria de Dios. Así fue literalmente cuando Moisés descendió del monte; su rostro resplandecía debido a la gloria que había visto, y el pueblo no podía soportar este resplandor; por ello, cubrió su rostro con un velo. Este velo permanece sobre los corazones de los judíos en la actualidad cuando leen la Ley (Éx. 34:33-35; cfr. 2 Co. 3:15). No pueden ver la gloria de la que la Ley daba el tipo; pero a su debido tiempo Dios quitará el velo, y verán a Cristo bajo las sombras de la Ley, y recibirán entonces a Aquel a quien ahora rechazan. En contraste con aquella ministración, en la que la gloria tenía que ser velada debido a la incapacidad de Israel de contemplarla, los cristianos pueden ahora contemplar la gloria del Señor, cuyo rostro está sin velo, y ser cambiados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor (2 Co. 3:13-18).


Elija otra letra: