• (a) En Castellano.

Los restos más antiguos existentes de una traducción entera de una Biblia al castellano son los de la llamada Prealfonsina, que se conservan en El Escorial, y que data del siglo XIII; los de la Biblia Alfonsina, también del siglo XIII, y la Postalfonsina (siglo XIV), que es en realidad una línea de varias versiones muy semejantes, en las que participaron judíos no conversos y conversos; sólo se trabajó sobre el AT.

Del siglo XV, la más célebre Biblia es la llamada Biblia de Alba, que está constituida por el AT íntegro, y que fue preparada entre 1422 y 1433 por Moisés Arragel, rabino de Guadalajara, que la vertió directamente del hebreo. Fue patrocinada por Luis de Guzmán, maestre de Calatrava, que asumió la protección del rabino. Tiempo después, la Biblia pasó a ser posesión de la casa de Alba (de ahí su nombre). En 1922 se llevó a cabo una edición facsímil de esta Biblia, con una tirada de sólo 300 ejemplares. Hacia 1450 apareció también una traducción de parte del NT, directamente del griego, de Martín de Lucena, comprendiendo los cuatro Evangelios y las epístolas de San Pablo; no se conserva ningún resto de esta obra, patrocinada por el marqués de Santillana. Posiblemente, ésta fuera la primera traducción directa del NT griego al castellano.

En 1533 apareció la llamada Biblia de Ferrara, que comprendía únicamente el AT, traducido directamente del hebreo por Yom Tob Atias y Abram Usque, que en la dedicatoria al duque de Ferrara usaron los seudónimos «cristianos» de Jerónimo de Vargas y Duarte Pinel. Se trata de una traducción sumamente literal, que vio sucesivas reimpresiones en Amsterdam (1611 ) y en Venecia (1617).

El Nuevo Testamento de Francisco de Encinas, traducido directamente del griego, apareció en 1543. Fue dedicado al emperador Carlos V, pero fue prohibido debido a la filiación reformada del traductor.

El Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda apareció en 1556. En realidad se trata de una revisión del NT de Encinas; esta edición fue la que introducía clandestinamente en España Julián Hernández, que moriría en la hoguera por sus empeños en pasar y difundir la Palabra de Dios entre sus compatriotas.

La Biblia del Oso fue la culminación de todos estos esfuerzos previos. La primera Biblia castellana completa, traducida de los originales hebreo y griego por Casiodoro de Reina, vio la luz en 1569 en Basilea, en la imprenta de Tomás Guarín, con una tirada inicial de 2.603 ejemplares en edición Princeps. Entre sus características cabe destacar que se incluían los libros apócrifos, y que había una gran abundancia de notas marginales, y con una «Amonestación al lector». Hay unos 32 ejemplares conocidos en todo el mundo; en España los hay en Barcelona, La Laguna, León, Madrid, Oviedo, Sevilla y Valencia. Con ocasión del IV centenario de la Biblia del Oso, la oficina de las Sociedades Bíblicas Unidas en España, bajo el impulso de su entonces secretario ejecutivo, don José Flores Espinosa, dispuso una magnífica reedición en facsímil, que fue publicada en Madrid en 1970.

La Biblia de Cipriano de Valera fue la revisión de 1602 de la Biblia de Reina. Valera dedicó veinte años a la tarea de cotejarla con los textos hebreos y griegos y con otras versiones. Valera eliminó las notas marginales y agrupó todos los libros apócrifos entre ambos Testamentos. Su revisión circuló durante mucho tiempo sólo con su nombre, sin mencionar el de Casiodoro de Reina, cosa que no sucede en la actualidad, reconociéndose la obra de ambos. La revisión de Valera conoció otras revisiones en los años 1862, 1909, 1960, 1977, 1995 y 1997, estando en circulación las cinco últimas. La versión Reina-Valera es la Biblia por excelencia del protestantismo de habla castellana, tanto en España como en la América hispana, y ha sido empleada maravillosamente por Dios para la conversión y crecimiento de muchas almas a lo largo de la historia, y, gracias a las mencionadas revisiones, sigue manteniendo su vigencia en la actualidad. Traducida en el Siglo de Oro, es de una excelente calidad literaria, y tanto el cuidado de su traductor, Reina, como de su primer revisor, Valera, y de los que le siguieron, han dado una versión fiel y ajustada de la Palabra de Dios en la línea del texto masorético para el AT, y del Textus Receptus en el NT (véase TEXTO Y VERSIONES CLÁSICAS DE LA BIBLIA, El texto del Nuevo Testamento). Menéndez Pelayo trató de desprestigiarla en su obra Historia de los heterodoxos españoles, con unas palabras poco elogiosas hacia Reina: «Sabía poco hebreo, y se sirvió de la traducción latina de Santes Pagnino ...», aunque sí reconoce su mérito literario y esmero en la traducción. Sin embargo, se debe cuestionar aquí la objetividad de Menéndez Pelayo, que no sentía muchas simpatías por la Reforma ni por los que la sostuvieron con su esfuerzo.

Cipriano de Valera sí publicó, sin embargo, una traducción propia del Nuevo Testamento hecha del original griego, publicada en Londres en 1596, siendo a la sazón catedrático de griego en la Universidad de Oxford, después de haber huido de España, donde había sido monje en el Convento de San Isidoro del Campo, al igual que Casiodoro de Reina, y después de haber pasado muchas vicisitudes.

En el siglo pasado se hicieron varios esfuerzos y traducciones parciales de la Biblia, algunas del Nuevo Testamento íntegro, entre las que se pueden citar el NT traducido del griego por Guillermo H. Rule, y publicado en tres tomos que salieron sucesivamente en Gibraltar (Los Cuatro Evangelios, 1841) y Londres (Hechos a 2 Corintios, 1877; Gálatas a Apocalipsis, 1880). Otra versión es la de Guillermo Norton y Juan Calderón, muy literal, que vio dos ediciones (Edimburgo, 1858; Barcelona, 1870). No obstante, el mejor esfuerzo que vio el siglo XIX fue la traducción de toda la Biblia llevada a cabo por H. B. Pratt, que fue finalizada en 1893. Lamentablemente, no ha sido apreciada en toda su valía. Fue revisada en 1923, y vio sucesivas reediciones, la última de ellas en 1961. Es la conocida comúnmente como Versión Moderna (V.M.).

Por lo que respecta al campo católico-romano, no hubo ninguna versión de la Biblia al castellano hasta que se levantó la prohibición de publicar Biblias en lengua vulgar. En 1782 la Inquisición española promulgó un decreto que permitía la publicación de Biblias, con la condición de que fueran acompañadas siempre de notas «aclaratorias» en los pasajes problemáticos, y sometidas a la previa censura eclesiástica. Aparte de diversas traducciones parciales, de los Salmos, Proverbios, Evangelios, etc., el escolapio Felipe Scío de San Miguel, obispo de Segovia, emprendió una traducción de la Vulgata SixtoClementina, que fue publicada entre los años 1791-93 en diez volúmenes. Esta obra vio muchas reimpresiones. Además de las ediciones autorizadas, fue publicada clandestinamente, sin notas, por las Sociedades Bíblicas; se pueden citar el NT de Scío impreso en Barcelona (1820), la Biblia entera en Londres (1821); otra edición preparada en París y sin los apócrifos (1823); una edición similar a la anterior, hecha en Barcelona (1837), y la edición del NT preparada por George Borrow (Don Jorgito el Inglés), impresa en Madrid (1837), y que Borrow mismo se encargó de distribuir por una España desgarrada por la sangrienta primera guerra carlista. Menéndez Pelayo la calificó de «desdichadísima», insulto que ha sido vigorosamente contestado por diversos biblistas católicos (cfr. Gran Enciclopedia Rialp, art. «Biblia», VI, vol. 4, p. 187). J. M.ª Casciaro Ramírez afirma, en el citado artículo: «Desde el punto de vista técnico, el trabajo de Scío es muy valioso.»

El siglo XIX vio la publicación de la famosa Biblia de Torres Amat, realizada por Felipe Torres Amat, posteriormente obispo de Astorga. Su versión fue primeramente publicada en Madrid (1823-25) en nueve volúmenes. Esta traducción de la Vulgata fue muchas veces reimpresa, y ha sido muy apreciada en el seno del catolicismo hispano. A semejanza de la de Scío, también vio varias ediciones clandestinas para su uso en la obra de colportorado (NT, Londres, 1839, 1852; la Biblia entera, sin notas ni libros apócrifos, Nueva York, 1856).

También, a partir del Decreto de la Inquisición, se desenterraron muchas obras que permanecían inéditas desde el siglo XVI; así, pudieron ver la luz las traducciones de fray Luis de León del Cantar de los Cantares y del libro de Job (Salamanca, 1798 y 99, respectivamente), el Salterio de fray Luis de Granada (1801), y varias otras.

Ha sido el siglo XX el que ha visto un gran esfuerzo dentro del campo católico en la preparación de versiones de la Biblia. En 1944 la Editorial Católica lanzó la versión Nácar-Colunga de la Biblia, primera versión católica de los textos originales; sus traductores fueron el canónigo de Salamanca Eloino Nácar, y Alberto Colunga, O.P., profesor de Sagrada Escritura en la Pontificia Universidad de Salamanca. Las posteriores revisiones han mejorado la precisión y pulcritud del lenguaje. Ha merecido muchas ediciones posteriores, y ocupa un lugar prominente entre las versiones bíblicas en lengua castellana. Otras versiones que se pueden mencionar en el campo católico son la de José Straubinger (1944), también muy difundida; la Biblia de Bover-Cantera, con aparato crítico (1947); la Biblia de Ediciones Paulinas, que es una cuidada traducción; la Biblia de la Editorial Herder (1964); la de Felipe Fuenterrabía (1964); la Biblia de Jerusalén, que es una traducción secundaria procedente de la Biblia de Jerusalén en francés, dirigida por Roland de Vaux (1971); la Nueva Biblia Española, de Juan Mateos y Alonso Schökel, que se esfuerza en presentar el texto bíblico en castellano moderno (1975). Finalmente, en 1975 la Editorial Católica publicaba la traducción de Cantera-Iglesias, con numerosas notas filológicas para los estudiosos.

Una característica que se debe señalar en la totalidad de las versiones católicas, sin embargo, es su manipulación constante de Mt. 1:25. En efecto, la Biblia enseña la concepción virginal del Señor Jesús, en Su encarnación en el seno de María. Pero la doctrina romana sobre este punto, que siempre ha buscado la exaltación de María hasta colocarla a la par de Jesucristo, si no por encima de Él, mantiene tenazmente su virginidad perpetua. Ello se enfrenta totalmente con la estructura del texto griego de Mt. 1:25, cuya traducción correcta debe ser: «Pero [José] no la conoció [carnalmente] hasta que ella dio a luz un hijo.» Este texto es torcido en las versiones católicas, que lo traducen de la siguiente forma: «La cual, sin que él antes la conociese, dio a luz un hijo.» De esta manera se esquiva la estructura del texto griego, en el que el tiempo verbal y la preposición «heõs» señalan con toda precisión que José no tuvo relación carnal con María hasta haber nacido Jesús. Del mismo modo, y de manera uniforme, se despacha el tema de los hermanos de Jesús (por parte de María) en las notas con el comentario de que los semitas usaban este término de una manera muy amplia; se descuida con ello que Lucas, como Mateo y Marcos, escribieron en griego, y usaron un término que en griego, en un contexto de relación familiar, significa literal y propiamente hermano carnal, existiendo otros términos para expresar el término de primos o parientes (véase HERMANOS DE JESÚS). Con ello, en aras de un dogma arbitrario y sin apoyo bíblico, se lleva a cabo una indefendible manipulación del texto.

En el campo evangélico, el siglo XX ha sido testigo también de toda una serie de revisiones y traducciones que han procurado acercar el texto de la Biblia al lector actual. Ya en 1909 se publicaba la revisión de Reina-Valera, para adecuarla a las necesidades del lector de principios de siglo. Se han hecho sucesivas ediciones, y continúa manteniéndose presente, a pesar de un estilo que evidentemente ya no es el literario actual, pero que rezuma acierto y buen gusto; el Nuevo Testamento de la Versión Hispanoamericana fue publicado en 1916; preparado por una comisión de seis traductores protestantes, de origen español, iberoamericano y anglosajón, se basó en el aparato crítico de Nestlé; el Nuevo Testamento de Pablo Besson apareció en 1919 en Buenos Aires. Sigue mayormente el Textus Receptus, y da numerosas notas explicativas en pie de página, algunas de ellas doctrinales, otras lingüísticas. Ha visto dos reimpresiones, en 1948 y 1980; en 1960 las Sociedades Bíblicas Unidas publicaron su revisión de la Biblia de Reina-Valera. En esta revisión se actualizaba el castellano, se eliminaba una multitud de términos arcaicos, y se recogían algunos de los resultados de la crítica textual, tanto del AT como, especialmente, del NT. Ha visto numerosas reimpresiones de diversas editoriales, con y sin notas, Biblias de estudio, porciones para evangelización, y ha merecido una gran aceptación dentro del cristianismo evangélico de habla castellana; en 1966 apareció la llamada Versión Popular, subtitulada variadamente Dios habla al hombre, Dios llega al hombre. Ha sido un intento de traducir la Biblia a un lenguaje sumamente claro para el «hombre de la calle». A este fin se ha reducido mucho el léxico y se han simplificado las estructuras gramaticales. Las Sociedades Bíblicas Unidas, que habían preparado esta versión especialmente para Iberoamérica, lanzaron en España, en 1979, el Nuevo Testamento, titulado «Dios habla al hombre», con el lenguaje revisado al uso peninsular. Aunque es muy loable el propósito de sus impulsores, se debe lamentar que en no pocos pasajes esta versión distorsione el texto bíblico y falsee su significado. Dejando aparte la concesión al dogma católico que se hace en Mt. 1:25, y que le ha merecido la aprobación de las jerarquías católicas, hay otras alteraciones más graves, como la exclusión del término «justificación» en Ro. 3:24; la exclusión del término «sangre» en relación con la expiación, sustituyéndola por «muerte» (cfr. Col. 1:20); la exclusión asimismo del término «gracia», con toda su carga doctrinal (cfr. Ef. 2:8). Aunque literariamente la Versión Popular sí haya conseguido su objetivo de dar un texto comprensible a un gran sector de la población en lenguaje actual, ha sacrificado innecesariamente una serie de conceptos que se podían y debían haber expresado; en una línea distinta, logrando un equilibrio entre un lenguaje actual, accesible «al hombre de la calle», y a la vez un fiel reflejo del original, se pueden citar el Nuevo Testamento de La Biblia de las Américas (1973), una traducción de la versión inglesa New American Standard, pero cuidadosamente cotejada con el original griego; otra traducción secundaria, pero también de gran fidelidad al original e incorporando los últimos trabajos en crítica textual, es el Nuevo Testamento: Nueva Versión Internacional (1979); en una línea asimismo equilibrada la Editorial Clíe de Terrassa. España patrocinó la Revisión 1977 de la Biblia de Reina-Valera. Para esta revisión se han tenido en cuenta los avances de la crítica textual, tanto del AT como del NT; también se ha buscado reflejar, de una manera más exacta que en las anteriores revisiones, la interrelación de las partes de la oración en el original griego, y ello de una manera que sea accesible al lector moderno. Con numerosas notas lingüísticas, la acentuación de nombres propios del AT siguiendo el original heb., y explicación de figuras de lenguaje, es el fruto de un trabajo de equipo de expertos en lingüística, exegetas, profesores y estilistas de España y de diversos países iberoamericanos, y constituyó una sistemática puesta al día del lenguaje de la Biblia con un gran apego al original, para su uso de los evangélicos de habla castella.

La ha seguido en esta línea la revisión de 1997, una de cuyas características más destacadas consiste en la sustitución del nombre divino Jehová por SEÑOR, junto con diversas revisiones de lenguaje y estilo. Por su parte, las Sociedades Bíblicas publicaron su revisión de 1995 de Reina-Valera, con notas, apartándose de la tradición protestante de la Biblia sin notas. Dichas notas reflejan la orientación teológica (como por otra parte no puede dejar de hacerlo) de las actuales Sociedades Bíblicas Unidas. Se trata de una decisión polémica y para muchos objetable.

  • (b) En Catalán

Son muchas las traducciones de la Biblia al catalán, en todo o en parte, que se conocen desde el siglo XII. En el siglo XIII se prohibió la difusión de Biblias en lengua vulgar por disposición del Concilio de Tarragona (1235). La primera traducción de la Biblia entera al catalán data de 1287/90, y fue llevada a cabo por Jaume de Montjuïch por encargo del rey Alfonso II de Aragón. En la Bibliothèque Nationale de París se conservan un «Psalteri y Nou Testament» que parecen pertenecer a esta versión. También del siglo XIII es la Biblia rimada, que comprende el libro de los Salmos y partes de los Evangelios, de Romeu Sa Bruguera. De 1319 hay constancia de otra traducción de toda la Biblia al catalán, pues el 23 de noviembre de este año el rey Jaime II de Aragón recibía un ejemplar que había sido propiedad del infante don Jaime. Hay eruditos que opinan que se puede identificar esta versión con el Códice Peiresc, conservado en la Bibliothèque Nationale de París.

A principios del siglo XV aparece la versión de toda la Biblia, en el dialecto valenciano, del hermano de San Vicente Ferrer, Bonifacio. En 1490 aparecía en Venecia el «Psalteri de Joan Róis de Corella», que fue reimpreso en facsímil en Sant Feliu de Guixols en 1929 por J. Barrera. En el siglo XVI se conoce la reedición de la Biblia de Bonifacio Ferrer. La prohibición de las versiones en lenguas vulgares, junto con la posterior decadencia de la lengua catalana, llevaron a la inexistencia de nuevas traducciones de la Biblia hasta 1832. En este año se publicaba en Londres «Lo Nou Testament de nostre Senyor Jesu-Christ», traducido de la Vulgata latina, pero cotejando con el texto original. Su traductor fue un exiliado liberal, J. M. Prat Colom, que aceptó el encargo hecho por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Este Nou Testament marcó el inicio del renacimiento de la lengua catalana (Renaixença). Se hicieron dos ediciones posteriores: Barcelona (1836) y Madrid (1888).

Durante la primera mitad del siglo XX se llevaron a cabo varias versiones parciales de las Escrituras; un intento ambicioso quedó truncado, el de una Biblia completa bilingüe, latín-catalán, Entre 1928-29 se publicó todo el NT, y entre 1932 y 1935 varios libros del AT, los Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Isaías y Jeremías, además de dos libros apócrifos. En 1927, la Fundació Bíblica Catalana iniciaba la publicación de la Biblia en 14 volúmenes, que culminaría en 1948; es la conocida con el nombre de Biblia de Cambó, así llamada en honor al patricio catalán F. Cambó, que hizo posible este proyecto con su mecenazgo y protección.

En 1968 la misma Fundació ofrecía una nueva versión catalana, de gran excelencia literaria. Por su parte, los monjes de Montserrat prepararon su monumental versión en varios volúmenes, que difundieron en 1970 en una edición de tamaño de bolsillo. En 1980, la Editorial Claret lanzaba su propia traducción del NT del original griego, con un catalán ágil y fácilmente comprensible. Por parte evangélica, la Fundació Bíblica Evangèlica publicó en 1970 «L'Evangeli segons sant Marc», que buscaba ser el inicio de un Nou Testament catalán evangélico. Sin embargo, se acabó en cooperación con biblistas católicos, produciendo un Nou Testament patrocinado conjuntamente por la Associació Bíblica de Catalunya, Fundació Bíblica Evangèlica de Catalunya, Publicacions de l'abadia de Montserrat y Societats Bíbliques Unides, publicado en el año 1979. Sin embargo, en esta cooperación «interconfesional» se tuvo que ceder en el aspecto mariológico, apareciendo en él, como en todas las versiones puramente católicas, la ya mencionada manipulación del texto de Mt. 1:25. Por lo demás, se trata de una traducción digna en un catalán popular, preciso y directo.

  • (c) En Vascuence

La primera versión vasca que se conoce es la del NT de Juan de Lizárraga, que se editó en La Rochela (1571), y del que se hicieron varias reediciones; una traducción parcial del AT (Génesis-Éxodo 22:6) es la debida a Pedro de Urte. Esta obra permaneció inédita desde 1700 hasta 1894, cuando fue publicada en Oxford por E. Thomas.

La primera Biblia completa en vascuence fue la de J. A. Uriarte, patrocinada por el príncipe Luis Luciano Bonaparte; se trata de una traducción de la Vulgata y de la castellana de Scío, y que apareció en Londres entre 1859/65. Después de ésta se hicieron varias versiones parciales a diversos dialectos vascos.

Actualmente existe la Biblia debida a Olabide, que en 1931 finalizó el NT en traducción directa del griego al vascuence; en 1958, F. Echevarría publicaba la Biblia de Olabide, cuyo AT había quedado prácticamente acabado en 1942.

  • (d) En Gallego

En esta lengua se pueden mencionar dos versiones del Nuevo Testamento: Novo Testamento, debido a Casado Nieto (Barcelona, 1974), y O Novo Testamento, traducido éste del griego, dirigido por Andrés Torres Quiroga (Vigo, 1980).

  • (e) En Bable

La lengua del Principado de Asturias, se puede citar el «Santu Evanxeliu de nuestro Señor Xesucristu», debido también al patronazgo del príncipe Luis Luciano Bonaparte, y publicado en Londres en 1871; la Sociedad de Bibliófilos Asturianos llevó a cabo una reimpresión limitada a 250 ejemplares (Luarca, 1972).

  • (f) En Caló o Romaní (Versiones gitanas)

Para finalizar el catálogo de lenguas españolas, se puede citar un raro Evangelio según San Lucas, «Embea e naraja Lucas», publicado en caló o romaní, el idioma de los gitanos españoles. Esta obra se debe a George Borrow (del que se cuenta que ganó una apuesta a un gitano, demostrando que sabía hablar el caló mejor que él). De este evangelio se hizo una tirada de 250 ejemplares en Madrid (1837). En 1872 se imprimió una edición revisada.

Sólo se puede hacer una relación muy somera de las versiones que se han hecho en las diversas lenguas del mundo. En la actualidad, los Traductores Bíblicos WycIiffe están dedicados, ya desde hace décadas, a traducir la Biblia a las lenguas de las tribus y grupúsculos lingüísticos de todo el mundo. Muchísimas tribus ya cuentan con el NT, un gran número con la Biblia entera, y se está trabajando en la traducción de los Evangelios o finalizando el NT en gran número de lenguas del mundo, desde la Polinesia hasta el África negra y las selvas del Amazonas. Sólo en el cielo se podrán llegar a conocer las ingentes penalidades y esfuerzos llevados a cabo por tantos dedicados misioneros y traductores que buscan llevar la Palabra de Dios a cada tribu y lengua y nación.

Bibliografía:

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