Vida es aquello por lo cual un ser creado disfruta del lugar en el que el Creador lo ha puesto. Dios sopló en la nariz del hombre aliento de vida, «y fue el hombre un ser viviente» (Gn. 2:7). Al entrar el pecado, el hombre pierde el derecho a esta vida, y Dios la reclama, diciendo: «Ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre» (Gn. 9:5) En ello se instituye la pena capital por el asesinato, nunca abrogada o alterada.

En las Escrituras se reconoce la diferencia entre la «vida» en un sentido moral y la «existencia». Ello se ve en este pasaje: «¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?» (Sal. 34:12). Aquí se ve al hombre deseando vida, deseando gozarla. Ello responde a la objeción de los que intentan negar el castigo eterno, afirmando que «vivir para siempre» sólo se afirma de los creyentes, como en Jn. 6:51, 58. Esto es cierto, pero muchos otros pasajes de las Escrituras demuestran que los malvados tendrán existencia eterna. (Véase CATIGO ETERNO, y su Bibliografía).

El hombre, en su estado natural, es considerado moralmente muerto en pecados, y necesitando ser vivificado por el poder de Dios; o como viviendo en pecados, y necesitando aceptar la muerte a fin de poder vivir en Cristo (cfr. Ef. 2:1; Ro. 6:2, 11).

Bibliografía:

Pollock, A. J.:«El Hades y el castigo eterno» (Ed. Buenas Nuevas, s/f).


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