Explicación, estudio y comentario bíblico de Eclesiastés 2:1-12 verso por verso
Yo dije en mi corazón: “¡Ven, pues; te probaré con el placer y verás lo bueno!”. Pero he aquí que esto también era vanidad.
A la risa dije: “¡Eres locura!”; y al placer: “¿De qué sirve esto?”.
Propuse en mi corazón agasajar mi cuerpo con vino y echar mano de la necedad — mientras mi corazón siguiera conduciéndose en sabiduría — , hasta ver en qué consiste el bien para los hijos del hombre, en el cual se han de ocupar debajo del sol, durante los contados días de su vida.
Engrandecí mis obras, me edifiqué casas, planté viñas,
me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda clase de árboles frutales.
Me hice estanques de aguas para regar con ellas un bosque donde crecieran los árboles.
Adquirí siervos y siervas y tuve siervos nacidos en casa. También tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
Acumulé también plata y oro para mí, y tesoros preciados de reyes y de provincias. Me proveí de cantantes, tanto hombres como mujeres; de los placeres de los hijos del hombre, y de mujer tras mujer.
Me engrandecí y acumulé más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y en todo esto mi sabiduría permaneció conmigo.
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo.
Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol.
Después yo volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. Pues, ¿qué añadirá el hombre que suceda al rey a lo que este ya hizo?.