Explicación, estudio y comentario bíblico de Eclesiastés 8:1-13 verso por verso
¿Quién como el sabio? ¿Quién conoce la interpretación de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante.
Digo yo: Guarda el mandamiento del rey, y a causa del juramento hecho a Dios,
no te apresures a irte de su presencia ni te detengas en cosa mala, porque él hará todo lo que le plazca.
Ya que la palabra del rey tiene poder, ¿quién le preguntará lo que hace?
El que guarda el mandamiento no conocerá el mal. El corazón del sabio conoce el tiempo y el proceder.
Pues para todo deseo hay un tiempo y un proceder, aunque grande es el mal que le sobreviene al hombre.
Porque este no sabe qué ha de suceder; pues lo que ha de ser, ¿quién se lo declarará?
No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni hay poder sobre el día de la muerte. No hay tregua en semejante guerra ni la impiedad librará a los que la poseen.
Todo esto he observado, y he dedicado mi corazón a todo lo que se hace debajo del sol. Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para su propio mal.
Asimismo, he observado esto: que los impíos, que antes entraban y salían del lugar santo, son sepultados y reciben elogios en la ciudad donde así hicieron. Esto también es vanidad.
Cuando la sentencia contra la mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos del hombre queda más predispuesto para hacer el mal.
Aunque un pecador haga mal cien veces y prolongue sus días, con todo yo sé que a los que temen a Dios, a los que temen ante su presencia, les irá bien.
Pero al impío no le irá bien ni le serán alargados sus días como la sombra; porque no teme ante la presencia de Dios.