Explicación, estudio y comentario bíblico de Efesios 5:5-49 verso por verso
Porque esto lo saben muy bien: que ningún inmoral ni impuro ni avaro, el cual es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Nadie los engañe con vanas palabras, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
Por eso, no sean partícipes con ellos
porque, si bien en otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. ¡Anden como hijos de luz!
Pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.
Aprueben lo que es agradable al Señor
y no tengan ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas sino, más bien, denúncienlas.
Porque da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto.
Pero cuando son denunciadas, todas las cosas son puestas en evidencia por la luz; pues lo que hace que todo sea visible es la luz.
Por eso dice: “¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!”.
Miren, pues, con cuidado, cómo se comportan; no como imprudentes sino como prudentes,
redimiendo el tiempo porque los días son malos.
Por tanto, no sean insensatos sino comprendan cuál es la voluntad del Señor.
Y no se embriaguen con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sean llenos del Espíritu,
hablando entre ustedes con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en su corazón;
dando gracias siempre por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo;
y sometiéndose unos a otros en el temor de Cristo:
Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor,
porque el esposo es cabeza de la esposa así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo.
Esposos, amen a sus esposas así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella,
a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua con la palabra,
para presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante sino que sea santa y sin falta.
De igual manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama.
Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo; más bien, lo sustenta y lo cuida tal como Cristo a la iglesia,
porque somos miembros de su cuerpo.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.
Grande es este misterio, pero lo digo respecto de Cristo y de la iglesia.
Por tanto, cada uno de ustedes ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su esposo.