Explicación, estudio y comentario bíblico de Éxodo 1:8-22 verso por verso
Después se levantó un nuevo rey en Egipto que no había conocido a José, el cual dijo a su pueblo:
“He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros.
Procedamos astutamente con él para que no se multiplique; no suceda que, en caso de guerra, también se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya del país”.
Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimieran con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés.
Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y se propagaban, de manera que los egipcios se alarmaron a causa de los hijos de Israel.
Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza,
y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo y de todos los tipos de trabajo forzado.
También el rey de Egipto habló a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo:
— Cuando asistan a las mujeres hebreas a dar a luz y vean en la silla de parto que es niño, mátenlo; pero si es niña, déjenla vivir.
Pero las parteras temían a Dios y no hicieron como el rey de Egipto les mandó, sino que dejaban con vida a los niños varones.
Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: — ¿Por qué han hecho esto de dejar con vida a los niños varones?
Las parteras respondieron al faraón: — Las mujeres hebreas no son como las egipcias. Ellas son vigorosas y dan a luz antes de que llegue a ellas la partera.
Dios favoreció a las parteras, y el pueblo se multiplicó y se fortaleció muchísimo.
Y sucedió que, porque las parteras tuvieron temor de Dios, él también les dio a ellas su propia familia.
Entonces el faraón mandó a decir a todo su pueblo: “Echen al Nilo a todo niño que nazca, pero a toda niña consérvenle la vida”.