Explicación, estudio y comentario bíblico de Éxodo 32:12-34 verso por verso
¿Por qué han de hablar los egipcios diciendo: “Los sacó por maldad, para matarlos sobre los montes y para exterminarlos sobre la faz de la tierra”? Desiste del ardor de tu ira y cambia de parecer en cuanto a hacer mal a tu pueblo.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a quienes juraste por ti mismo y les dijiste: “Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y daré a su descendencia toda esta tierra de la cual he hablado. Y ellos la tomarán como posesión para siempre”.
Entonces el SEÑOR cambió de parecer en cuanto al mal que dijo que haría a su pueblo.
Entonces Moisés se volvió y descendió del monte trayendo en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados; por uno y otro lado estaban escritas.
Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada sobre las tablas.
Al oír Josué el estruendo del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: — ¡Estruendo de batalla hay en el campamento!
Pero Moisés respondió: — No es estruendo de victoria ni estruendo de derrota. Yo escucho estruendo de cantares.
Aconteció que cuando llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, la ira de Moisés se encendió, y arrojó las tablas de sus manos y las rompió al pie del monte.
Y tomó el becerro que habían hecho y lo quemó en el fuego. Luego lo molió hasta reducirlo a polvo, lo esparció sobre el agua, y lo hizo beber a los hijos de Israel.
Y Moisés dijo a Aarón: — ¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas traído sobre él un pecado tan grande?
Y Aarón respondió: — No se encienda la ira de mi señor. Tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal.
Ellos me dijeron: “Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”.
Y yo les respondí: “Los que tengan oro, que se lo quiten”. Ellos me lo dieron, y lo arrojé al fuego; y salió este becerro.
Al ver que el pueblo se había desenfrenado, pues Aarón les había permitido el desenfreno, de modo que llegaron a ser una vergüenza entre sus enemigos,
Moisés se puso de pie a la entrada del campamento y dijo: — ¡Quien esté de parte del SEÑOR únase conmigo! Y se unieron con él todos los hijos de Leví.
Y él les dijo: — Así ha dicho el SEÑOR, el Dios de Israel: “¡Cíñase cada uno su espada, y pasen y vuelvan, de entrada a entrada del campamento! ¡Maten cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente!”.
Entonces los hijos de Leví hicieron conforme al dicho de Moisés, y aquel día cayeron del pueblo como tres mil hombres.
Entonces Moisés dijo: — Hoy se han investido a ustedes mismos para el SEÑOR, cada uno a costa de su hijo o de su hermano, para que él les dé hoy bendición.
Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: — Ustedes han cometido un gran pecado. Pero yo subiré ahora hacia el SEÑOR; quizás yo pueda hacer expiación por su pecado.
Moisés regresó al SEÑOR y le dijo: — ¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al haberse hecho dioses de oro.
Pero ahora perdona su pecado; y si no, bórrame del libro que has escrito.
El SEÑOR respondió a Moisés: — ¡Al que ha pecado contra mí, a ese lo borraré de mi libro!
Vuelve, pues; conduce a este pueblo al lugar que te he dicho; he aquí que mi ángel irá delante de ti. Pero en el día del castigo yo los castigaré por su pecado.