Explicación, estudio y comentario bíblico de Ezequiel 1:1-21 verso por verso
Sucedió en el quinto día del mes cuarto del año treinta, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios.
En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín),
vino la palabra del SEÑOR al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí la mano del SEÑOR.
Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego.
De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre,
pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.
Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido.
Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas.
Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.
La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro.
Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos.
Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.
En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendidos que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos.
Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.
Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes.
La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.
Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban.
Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor.
Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de la tierra, las ruedas también se elevaban.
Iban adondequiera que el espíritu fuera, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.
Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.