Explicación, estudio y comentario bíblico de Ezequiel 1:11-23 verso por verso
Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos.
Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.
En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendidos que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos.
Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.
Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes.
La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.
Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban.
Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor.
Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de la tierra, las ruedas también se elevaban.
Iban adondequiera que el espíritu fuera, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.
Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.
Sobre las cabezas de los seres vivientes había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas.
Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos.