Explicación, estudio y comentario bíblico de Ezequiel 10:8-17 verso por verso
Los querubines parecían tener debajo de sus alas algo semejante a una mano de hombre.
Miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los querubines; al lado de cada querubín había una rueda. El aspecto de las ruedas era como de piedra de crisólito.
En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda.
Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigía la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban.
Todo el cuerpo de ellos, sus espaldas, sus manos, sus alas y también las ruedas (las cuatro ruedas) estaban llenos de ojos alrededor.
A las ruedas, ante mis oídos, se les gritaba: “¡Rueda!”.
Cada uno tenía cuatro caras. La primera tenía cara de querubín; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila.
Luego los querubines se elevaron. Estos son los seres vivientes que vi junto al río Quebar.
Cuando los querubines se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los querubines levantaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se separaban de ellos.
Cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando se elevaban, estas se elevaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.