Explicación, estudio y comentario bíblico de Ezequiel 3:1-14 verso por verso
Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y ve, habla a la casa de Israel”.
Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo.
Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy”. Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.
Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, ve, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras;
porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel;
no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían.
Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido.
He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente.
Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde”.
Me dijo además: “Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos.
Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: ‘Así ha dicho el SEÑOR Dios’, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar”.
Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: “¡Bendita sea la gloria del SEÑOR desde su lugar!”.
Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo.
Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano del SEÑOR era fuerte sobre mí.