• Ezequiel 31:3

    He aquí que consideraré al cedro del Líbano, de ramas hermosas, que ensombrecía al bosque. Era de gran altura y su copa estaba entre las nubes.

  • Ezequiel 31:4

    Las aguas lo hicieron crecer; lo enalteció el abismo, que dirigió sus ríos alrededor de su vergel, y envió sus canales a todos los árboles del campo.

  • Ezequiel 31:5

    Por tanto, superó en altura a todos los árboles del campo y sus ramas se multiplicaron. A causa de la abundancia de agua, se extendió el ramaje que había echado.

  • Ezequiel 31:6

    En sus ramas hacían su nido todas las aves del cielo, debajo de su ramaje parían todos los animales del campo, y a su sombra habitaban todas las grandes naciones.

  • Ezequiel 31:7

    Se hizo hermoso por su grandeza y por la extensión de su follaje, pues su raíz estaba junto a muchas aguas.

  • Ezequiel 31:8

    En el jardín de Dios los demás cedros no lo igualaban, los cipreses no se le podían comparar en ramaje ni los castaños tuvieron ramas semejantes a las suyas. Ningún árbol en el jardín de Dios era igual a él en hermosura.

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