Explicación, estudio y comentario bíblico de Hebreos 12:1-58 verso por verso
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
Consideren, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga el ánimo de ustedes ni desmayen.
Pues todavía no han resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado.
¿Y ya han olvidado la exhortación que se les dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él.
Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo.
Permanezcan bajo la disciplina; Dios los está tratando como a hijos. Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina?
Pero si están sin la disciplina de la cual todos han sido participantes, entonces son ilegítimos, y no hijos.
Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban y los respetábamos. ¿No obedeceremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y viviremos?
Ellos nos disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, mientras que él nos disciplina para bien a fin de que participemos de su santidad.
Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados.
Por lo tanto, fortalezcan las manos debilitadas y las rodillas paralizadas;
y enderecen para sus pies los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado sino, más bien, sanado.
Procuren la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor.
Miren bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados;
que ninguno sea inmoral ni profano como Esaú que, por una sola comida, vendió su propia primogenitura.
Porque ya saben que fue reprobado, a pesar de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas.
Ustedes no se han acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad,
al sonido de la trompeta y al estruendo de las palabras que los que lo oyeron rogaron que no se les hablara más
porque no podían soportar lo que se mandaba: Si un animal toca el monte, será apedreado.
Y tan terrible era aquel espectáculo que Moisés dijo: “Estoy aterrado y temblando”.
Más bien, se han acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la reunión de miríadas de ángeles,
a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos ya hechos perfectos,
a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
Miren que no rechacen al que habla. Porque si no escaparon aquellos que rechazaron al que advertía en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos del que advierte desde los cielos.
Su voz estremeció la tierra en aquel entonces, y ahora ha prometido diciendo: Todavía una vez más estremeceré no solo la tierra sino también el cielo.
La expresión “todavía una vez más” indica con claridad que será removido lo que puede ser sacudido, como las cosas creadas, para que permanezca lo que no puede ser sacudido.
Así que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido, retengamos la gracia y, mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.
Porque nuestro Dios es fuego consumidor.