Explicación, estudio y comentario bíblico de Hebreos 12:3-17 verso por verso
Consideren, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga el ánimo de ustedes ni desmayen.
Pues todavía no han resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado.
¿Y ya han olvidado la exhortación que se les dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él.
Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo.
Permanezcan bajo la disciplina; Dios los está tratando como a hijos. Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina?
Pero si están sin la disciplina de la cual todos han sido participantes, entonces son ilegítimos, y no hijos.
Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban y los respetábamos. ¿No obedeceremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y viviremos?
Ellos nos disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, mientras que él nos disciplina para bien a fin de que participemos de su santidad.
Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados.
Por lo tanto, fortalezcan las manos debilitadas y las rodillas paralizadas;
y enderecen para sus pies los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado sino, más bien, sanado.
Procuren la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor.
Miren bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados;
que ninguno sea inmoral ni profano como Esaú que, por una sola comida, vendió su propia primogenitura.
Porque ya saben que fue reprobado, a pesar de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas.