Explicación, estudio y comentario bíblico de Hebreos 9:10-23 verso por verso
Estas son ordenanzas de la carne, que consisten solo de comidas y bebidas y diversos lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación.
Pero estando ya presente Cristo — el sumo sacerdote de los bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo no hecho de manos; es decir, no de esta creación —
entró una vez para siempre en el lugar santísimo logrando así eterna redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros sino mediante su propia sangre.
Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo,
¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestra conciencia de las obras muertas para servir al Dios vivo!
Por esta razón, también es mediador del nuevo pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las transgresiones bajo el primer pacto.
Porque donde hay un testamento es necesario que se presente constancia de la muerte del testador.
El testamento es confirmado con la muerte, puesto que no tiene vigencia mientras viva el testador.
Por esto, ni aun el primer testamento fue inaugurado sin sangre.
Porque habiendo declarado Moisés todos los mandamientos según la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos junto con agua, lana escarlata e hisopo, y roció al libro mismo y también a todo el pueblo
diciendo: Esta es la sangre del pacto, el cual Dios les ha ordenado.
Y roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del servicio
pues, según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.
Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales con sacrificios superiores a estos.