Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 10:1-15 verso por verso
Había en Cesarea cierto hombre llamado Cornelio, que era centurión de la compañía llamada la Italiana.
Era piadoso y temeroso de Dios, junto con toda su casa. Hacía muchas obras de misericordia para el pueblo y oraba a Dios constantemente.
Como a las tres de la tarde, él vio claramente en visión a un ángel de Dios que entró hacia él y le dijo: — Cornelio.
Con los ojos puestos en el ángel y espantado, él dijo: — ¿Qué hay, Señor? Y le dijo: — Tus oraciones y tus obras de misericordia han subido como recordatorio ante la presencia de Dios.
Ahora, pues, envía hombres a Jope y haz venir a cierto Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.
Este se hospeda con un tal Simón, curtidor, quien tiene su casa junto al mar.
En cuanto se fue el ángel que hablaba con él, Cornelio llamó a dos de sus criados y a un soldado piadoso de entre sus asistentes,
y después de haberles contado todo esto, los envió a Jope.
Al día siguiente, mientras ellos iban viajando por el camino y llegaban cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, como al mediodía.
Sintió mucha hambre y deseaba comer; pero mientras preparaban la comida, le sobrevino un éxtasis.
Vio el cielo abierto y un objeto que descendía como un gran lienzo, bajado por sus cuatro extremos a la tierra.
En el lienzo había toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo.
Y le vino una voz: — Levántate, Pedro; mata y come.
Entonces Pedro dijo: — ¡De ninguna manera, Señor! Porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
La voz volvió a él por segunda vez: — Lo que Dios ha purificado, no lo tengas tú por común.