Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 16:26-44 verso por verso
Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de todos se soltaron.
Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado.
Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo: — ¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!
Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Pablo y Silas.
Sacándolos afuera, les dijo: — Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos dijeron: — Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos.
Les hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios.
Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle: — Suelta a esos hombres.
El carcelero comunicó a Pablo estas palabras: — Los magistrados han enviado orden de que sean puestos en libertad; ahora, pues, salgan y váyanse en paz.
Pero Pablo les dijo: — Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!
Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos.
Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad.
Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron.