Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 19:13-29 verso por verso
Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: — ¡Les conjuro por el Jesús que Pablo predica!
Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto.
Pero el espíritu malo respondió y les dijo: — A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron desnudos y heridos de aquella casa.
Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Éfeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente.
Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de cincuenta mil monedas de plata.
De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente.
Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: “Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma”.
Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.
En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca del Camino.
Porque cierto platero, llamado Demetrio, que elaboraba en plata templecillos de Artemisa, y daba no poca ganancia a los artesanos,
reunió a estos con los obreros de oficios semejantes y les dijo: — Hombres, saben que nuestra prosperidad proviene de este oficio;
y ven y oyen que no solamente en Éfeso, sino también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Artemisa sea estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a quien adoran toda el Asia y el mundo.
Al oír estas palabras se llenaron de ira y gritaron diciendo: — ¡Grande es Artemisa de los efesios!
Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y compañeros de Pablo.