Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 21:1-18 verso por verso
Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos.
Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí.
Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiera a Jerusalén.
Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad y, puestos de rodillas en la playa, oramos.
Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.
Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
Al día siguiente, partimos y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete, y nos alojamos con él.
Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban.
Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea.
Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo: — Esto dice el Espíritu Santo: “Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles”.
Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
Entonces Pablo respondió: — ¿Qué hacen llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo: — Que se haga la voluntad del Señor.
Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén.
También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos.
Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.
Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron.