Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 21:23-44 verso por verso
Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos.
Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley.
Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de inmoralidad sexual.
Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.
Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano,
gritando: “¡Hombres de Israel! ¡Ayuden! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo”.
Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.
Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.
Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada.
De inmediato, este tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le ataran con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho;
pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza.
Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud;
porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: “¡Mátalo!”.
Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno: — ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: — ¿Sabes griego?
Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos?
Entonces dijo Pablo: — A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo.
Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo: