Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 26:4-20 verso por verso
»Mi manera de vivir, desde mi juventud, la cual pasé desde el comienzo entre los de mi nación en Jerusalén, la conocen todos los judíos.
Ellos me conocen desde antes, si quisieran testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión viví como fariseo.
Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres,
promesa que esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo constantemente día y noche. ¡Por la misma esperanza soy acusado por los judíos, oh rey!
¿Por qué se juzga increíble entre ustedes que Dios resucite a los muertos?
»Pues yo, a la verdad, había pensado que debía hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
y esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido autorización de los principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los santos; y cuando les mataban, yo di mi voto contra ellos.
Muchas veces, castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.
»En esto estaba ocupado cuando iba a Damasco con autorización y comisión de los principales sacerdotes.
En el camino a mediodía, oh rey, vi que desde el cielo una luz, más resplandeciente que el sol, alumbró alrededor de mí y de los que viajaban conmigo.
Habiendo caído todos nosotros a tierra, oí una voz que me decía en lengua hebrea: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Dura cosa te es dar coces contra el aguijón!”.
Entonces yo dije: “¿Quién eres, Señor?”. Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque te he aparecido para esto: para constituirte en ministro y testigo de las cosas que has visto de mí y de aquellas en que apareceré a ti.
Yo te libraré del pueblo y de los gentiles, a los cuales ahora yo te envío
para abrir sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por la fe en mí”.
»Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial.
Más bien, primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.