Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 27:11-20 verso por verso
Pero el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía.
Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudieran arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar allí.
Como sopló una brisa del sur y les pareció que ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta muy de cerca.
Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euraquilón.
Como la nave era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y éramos llevados a la deriva.
Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife.
Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se dejaban llevar así.
Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga;
y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco.
Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.