Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 27:18-27 verso por verso
Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga;
y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco.
Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.
Entonces, como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo: — Oh señores, debían haberme escuchado y no haber partido de Creta, para evitar este daño y pérdida.
Pero ahora les insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de ustedes, sino solamente la nave.
Porque esta noche estuvo conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,
y me dijo: “No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”.
Por tanto, señores, tengan buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho.
Pero es necesario que demos en alguna isla.
Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra.