Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 8:1-13 verso por verso
Y Saulo consentía en su muerte.
Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él.
Entonces Saulo asolaba a la iglesia. Entrando de casa en casa, arrastraba tanto a hombres como a mujeres y los entregaba en la cárcel.
Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra.
Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo.
Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía.
Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados;
de modo que había gran regocijo en aquella ciudad.
Hacía tiempo había en la ciudad cierto hombre llamado Simón, que practicaba la magia y engañaba a la gente de Samaria, diciendo ser alguien grande.
Todos estaban atentos a él, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: “¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!”.
Le prestaban atención, porque con sus artes mágicas les había asombrado por mucho tiempo.
Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
Aun Simón mismo creyó, y una vez bautizado él acompañaba a Felipe; y viendo las señales y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.