Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 9:1-16 verso por verso
Entonces Saulo, respirando aún amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote
y le pidió cartas para las sinagogas en Damasco, con el fin de llevar preso a Jerusalén a cualquiera que hallara del Camino, fuera hombre o mujer.
Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo.
Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: — Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Y él dijo: — ¿Quién eres, Señor? Y él respondió: — Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer.
Los hombres que iban con Saulo habían quedado de pie, enmudecidos. A la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie.
Entonces Saulo fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco.
Por tres días estuvo sin ver, y no comió ni bebió.
Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: — Ananías. Él respondió: — Heme aquí, Señor.
El Señor le dijo: — Levántate, ve a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando,
y en una visión ha visto a un hombre llamado Ananías que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.
Entonces Ananías respondió: — Señor, he oído a muchos hablar acerca de este hombre, y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén.
Aun aquí tiene autoridad de parte de los principales sacerdotes para tomar presos a todos los que invocan tu nombre.
Y le dijo el Señor: — Ve, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.