Explicación, estudio y comentario bíblico de Hechos 9:13-44 verso por verso
Entonces Ananías respondió: — Señor, he oído a muchos hablar acerca de este hombre, y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén.
Aun aquí tiene autoridad de parte de los principales sacerdotes para tomar presos a todos los que invocan tu nombre.
Y le dijo el Señor: — Ve, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: — Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
De inmediato le cayó de los ojos algo como escamas, y volvió a ver. Se levantó y fue bautizado;
y habiendo comido, recuperó las fuerzas.
Y en seguida predicaba a Jesús en las sinagogas, diciendo: — Este es el Hijo de Dios.
Todos los que le oían estaban atónitos y decían: — ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido acá para eso mismo, para llevarles presos ante los principales sacerdotes?
Pero Saulo se fortalecía aún más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.
Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle;
pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle.
Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta.
Cuando fue a Jerusalén, intentaba juntarse con los discípulos; y todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo.
Pero Bernabé le recibió y le llevó a los apóstoles. Les contó cómo había visto al Señor en el camino, y que había hablado con él, y cómo en Damasco había predicado con valentía en el nombre de Jesús.
Así entraba y salía con ellos en Jerusalén,
predicando con valentía en el nombre del Señor. Hablaba y discutía con los helenistas, pero ellos procuraban matarle.
Luego, cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso.
Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba.
Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico.
Pedro le dijo: “Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama”. De inmediato se levantó,
y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.
Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía.
Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior.
Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: “No tardes en venir hasta nosotros”.
Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.
Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: “¡Tabita, levántate!”. Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó.
Él le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva.
Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.
Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un tal Simón, curtidor.