Explicación, estudio y comentario bíblico de Isaías 44:8-28 verso por verso
“No teman, ni tengan miedo. ¿No te lo hice oír y te lo dije desde antaño? Y ustedes son mis testigos. ¿Hay Dios aparte de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna”.
Los que dan forma a las imágenes talladas, todos son solo vanidad; lo más precioso de ellos no sirve para nada. Y en cuanto a sus testigos, ellos mismos no ven ni conocen, para su propia vergüenza.
¿Quién forma un dios o funde una imagen que para nada aprovecha?
He aquí que todos sus compañeros serán avergonzados, porque los mismos escultores solo son hombres. Que se reúnan todos y se pongan de pie; que teman y sean avergonzados a una.
El herrero toma una herramienta y trabaja sobre las brasas. Le da forma con el martillo y trabaja con la fuerza de su brazo. Luego tiene hambre, y le faltan las fuerzas; no bebe agua, y desfallece.
El carpintero tiende la regla, hace el trazo con un marcador, labra con el formón, traza con el compás y le da forma de hombre y de belleza humana, para colocarlo en una casa.
Corta cedros para sí; escoge una conífera o un roble y lo deja crecer entre los árboles del bosque. Planta un pino y la lluvia lo hace crecer.
Luego se sirve de ellos para hacer fuego. Toma uno y con él se calienta; prende fuego y cuece pan. Hace, además, un dios y lo adora; hace un ídolo y se postra ante él.
Quema parte del leño en el fuego y sobre él prepara carne asada, come y se sacia. Luego se calienta y dice: “¡Ah! Me caliento mientras contemplo el fuego”.
Después, lo que sobra lo transforma en la imagen tallada de un dios. Se postra ante él y lo adora, y le ruega diciendo: “¡Líbrame, porque tú eres mi dios!”.
No conocen ni entienden; porque sus ojos están tapados para no ver; también su corazón, para no comprender.
Nadie reflexiona; nadie tiene conocimiento ni entendimiento para decir: “Parte de esto quemé en el fuego y sobre sus brasas cocí pan, asé carne y comí. ¿He de convertir en una abominación lo que sobra de él? ¿Me he de postrar ante un tronco de árbol?”.
Se alimenta de ceniza; su corazón engañado lo desvía. No libra su alma ni dice: “¿Acaso no es una mentira lo que tengo en mi mano derecha?”.
“Acuérdate de estas cosas, oh Jacob; y tú, oh Israel, porque eres mi siervo. Yo te formé; tú eres mi siervo. Oh Israel, no me olvides.
He borrado como niebla tus rebeliones, y como nube tus pecados. Vuelve a mí, porque yo te he redimido”.
Canten loores, oh cielos, porque el SEÑOR lo ha hecho. Griten con júbilo, oh profundidades de la tierra. Prorrumpan en cántico, oh montes, el bosque y todos sus árboles, porque el SEÑOR ha redimido a Jacob y será glorificado en Israel.
Así ha dicho el SEÑOR, tu Redentor; el que te formó desde el vientre: “Yo, el SEÑOR, hago todas las cosas. Yo solo despliego los cielos y extiendo la tierra, sin la ayuda de nadie.
Soy quien deshace las señales de los adivinos y enloquece a los magos. Soy quien hace volver atrás a los sabios y convierte en necedad su erudición.
Soy quien confirma la palabra de su siervo y cumple el plan de sus mensajeros. Soy quien dice a Jerusalén: ‘Serás habitada’; y a las ciudades de Judá: ‘Serán reedificadas; yo levantaré sus ruinas’.
Soy quien dice a las profundidades del mar: ‘¡Séquense!’ y ‘Yo secaré tus ríos’.
Soy quien dice de Ciro: ‘Él es mi pastor’. Él cumplirá todo mi deseo al decir de Jerusalén: ‘Sea edificada’, y del templo: ‘Sean puestos tus cimientos’.