Explicación, estudio y comentario bíblico de Isaías 9:8-23 verso por verso
El Señor envió una palabra a Jacob, y ella cayó en Israel.
Todo el pueblo lo supo; Efraín y los habitantes de Samaria que con soberbia y altivez de corazón decían:
“Cayeron los ladrillos, pero edificaremos con bloques de piedra; fueron cortadas las higueras silvestres, pero en su lugar pondremos cedros”.
El SEÑOR hace surgir contra él a sus adversarios, es decir, a Rezín; e incita a sus enemigos:
los sirios del oriente y los filisteos del occidente, que a boca llena devoran a Israel. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida.
Pero el pueblo no se ha vuelto a quien lo golpeó ni han buscado al SEÑOR de los Ejércitos.
Por eso en un mismo día el SEÑOR cortará de Israel la cabeza y la cola, la palmera y el junco.
El hombre anciano y respetado es la cabeza, y el profeta que enseña mentira es la cola.
Los que guían a este pueblo lo hacen errar, y los que por ellos son guiados están confundidos.
Por tanto, el Señor no se compadecerá de sus jóvenes ni tendrá misericordia de sus huérfanos ni de sus viudas. Porque cada uno es impío y malhechor, y toda boca habla insensatez. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida.
La maldad arde como fuego y devora espinos y cardos. Se enciende en la espesura del bosque y se levanta en remolinos de humo.
A causa de la ira del SEÑOR de los Ejércitos, la tierra es quemada, y el pueblo es pasto para el fuego. El hombre no tiene piedad de su hermano.
Cada uno devora a la derecha, pero tiene hambre; y come a la izquierda, pero no se sacia. Cada cual devora la carne de su prójimo.
Manasés devora a Efraín, y Efraín a Manasés; y ambos se levantan contra Judá. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida.